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jueves, 13 de junio de 2013

Portomarín


C/ Valencia, 4
Metro: Lavapiés (línea 3)
Caña (no hay botellín): 1,30€ (Amstel)
Vino de la casa: 1,30€. Rioja y ribera: 1,70€
Tapas: canapé de salchichón ,papas alioli, salpicón con pulpo, mejillones con rinrán
Especialidades: Cocina gallega... pulpo a la gallega, lacón con grelos, codillo, pimientos del padrón...



En la primavera de 1995 el colegio nos llevó a ver la representación de una obra de la que no recuerdo nada. Tuvo lugar en el Centro Dramático Nacional situado en la plaza de Lavapiés, antes de su flagrante remodelación. Fue la primera vez que me fijé en el Portomarín ya que nos tocó esperar enfrente. Para hacer tiempo, tres o cuatro fuimos a volcar al "Simango". Un par de secuaces se llevaron Coca colas y bollos. Yo no sé muy bien por qué mangué desodorantes. Bueno... sí sé por qué... me tiré parte de la obra gaseando al personal con Axe.  
De bajada al barrio  pasamos por el Vicente Calderón a ver si podíamos colarnos en un partido de la Copa del Rey que el atleti estaba jugando. Como es obvio, no entramos. Es fascinante el entusiasmo incontrolado que uno tiene en la fase de descapullamiento. Todo es posible (o eso crees), y si no es posible, ¡qué coño importa!

Con el tiempo he vuelto infinidad de veces al Portomarín, al teatro no. Pero, últimamente, voy cada vez menos. Entre la indolencia de los camareros (hay dos que ya no pillan la jubilación anticipada y otro par que, con la camisa amarilla desabotonada para exhibir sendos cordones con crucifijo, podrían pasar por palmeros del Payo Juan Manuel) y la degradación paulatina de las tapas, he emigrado a otros bares de la zona que están enfocando la crisis con más imaginación. Creo que la desidia es mala para un negocio (sobre todo para un bar) y aunque su ubicación privilegiada le haya convertido en un referente en la zona, se nota que, paulatinamente, ha ido perdiendo clientela. Los años, manías y animadversiones de los camareros son patentes. Cuando el tinglado se anima aquello parece Srebrenica: una pugna fratricida entre supuesto compañeros de trabajo enfrentados por los derechos de propiedad de la barra. 


Además sirven con desgana, como si te hiciesen un favor tirándote la caña, con un "que te folle un pez espada" translúcido en sus ojos. Cuando en un bar hay un camarero cabrón y el resto son educados (no serviles), suele ir a la puta calle. Si todos los camareros son desagradables puede que el jefe sea el macho cabrío... simple ósmosis. Buscar un perfil hosco a la hora de contratar personal es una declaración de guerra contra la clientela que, al menos yo, tengo muy en cuenta. Será por bares...
Parece ser que mantiene una enigmática alianza con el O Pazo de Lugo y el Chacón; de ahí que las cartas sean parecidas aunque con matices. El Chacón tiene pocos platos pero todos formidables. El Portomarín tiene más variedad pero menos calidad. Y a pesar de eso, he de reconocer que se come bien. 

Me da pena, me da mucha pena que lugares emblemáticos en los que uno se ha emborrachado, ha zampado, ha besado a mocitas madrileñas y, por un rato se ha encontrado a gusto, se emponzoñen con la hiel de quienes ponen un bar para echar de comer a las reses. Para eso podría servirnos el pulpo la máquina tragaperras. Así, al hablar, escupiría euros en vez de inquina.

Arnyfront78

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