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lunes, 27 de mayo de 2013

Ondiñas do Mendo



C/ de Villaamil, 4
Metro: Estrecho (línea 1)
Botellín: 1,50 (Mahou). Grifo de Amstel.
Tapas: Papas bavas, canapé de matrimonio (boquerón en vinagre y anchoa), champis con papas fritas, pollo troceado, morcilla, jamón serrano...
Especialidades: zamburiñas, navajas, bravas, croquetas, oreja...


Encontrarse una despedida de soltera en un mesón gallego no creo que sea muy habitual. Se ve que el grupo de chavalas que, recientemente nos alegraron las cañas con su impúdica alegría, empezaban la juerga en el, probablemente, mejor bar del barrio para eso de pimplar comiendo. Eran unas veinte zagalas, a medio camino entre la juventud marchita y la adultez baldía, rindiendo homenaje a una amiga en ciernes de destruir su relación de pareja casándose. Maquilladas con minio, con moños sujetos por palillos de restaurante chino y embuchadas en camisetas rojas a las que, al final de la noche, se adherirían tropezones a medio digerir, cercaban a la novia, con los móviles por testigos, para fotografiarla comiendo oreja a la plancha. Y mientras... los escaqueos al baño para orinar o cambiar compresas obligaban a la número dos de la troupe, la encargada del megáfono, a delatar las ausencias con una canción de Nek tuneada para la ocasión: "Bea no está, Bea se fue"... 

Los camareros, impertérritos, seguían tirando cañas como si algo así sucediese a diario. El resto de clientes replegábamos en la medida en que las supervixens pedían rondas. Estaba claro que avanzaban como "la gran armée" en La batalla de Austerlitz, haciendo creer al enemigo que un flanco estaba debilitado. El climax llegó a su culmen cuando se impelió a la novia, con  salsa brava como eyeliner, a besar a los chicos que llevasen algo rojo. Respiré hondo... un jersey gris me protegía. Tampoco me hubiera importado darle un beso, parecía más maja que las pesetas. Los elegidos encajaron el beso como Joe Frazier los golpes de Ali en Manila... aturdididos, desenfocados. Y es que nada ni nadie puede con un grupo de chicas en busca de jarana. Ni el más chulito del barrio, ni el más osado comediante, da la talla ante un despliegue de energía, desinhibición, sentido del humor y libertad como el que tiene un orfeón femenino, tenga la edad que tenga, cuando decide reírse del mundo. Parafraseando a Henry Miller en Trópico de Capricornio: "Cuando la mujer ríe, lo mejor que puede hacer el hombre es largarse al sótano refugio contra ciclones. Nada quedará en pie ante la carcajada vaginal, ni siquiera el hormigón armado". 
Contagiados por el momento vivido, apenas reparamos en el bar. Una taberna típica, estrecha, con buenas tapas (sobre todo la salsa brava), con un servicio sorprendentemente eficiente para la cantidad de gente que hay. Todo ello en un barrio, el antiguo pueblo de Tetuán,  burbujeante, con pegada a pesar de su antigüedad. 
Apurando la birra, una imagen de otro tiempo paralizó la farra a través del ventanal: un par de religiosas embozadas en sus hábitos, ajenas a lo mundano, extrañas a los placeres que nos hacen humanos, caminaban impulsadas por el halo divino de un Dios fuera de cobertura. 

A su paso, las chicas, agolpadas en la puerta para fumar, silenciaron por primera vez, hasta que la crack del megáfono saboteó una deferencia que otrora fue miedo a las sotanas entonando: "alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi señor..." 
El pueblo de Dios también está en los bares, aunque algunos que estamos en ellos vayamos al infierno por decisión propia.

Arnyfront78

lunes, 20 de mayo de 2013

La Muralla

Plaza de Puerta de los Moros, 7
Metro: La Latina (Línea 5)
Botellín: 1,40€ (Mahou). Grifo de Estrella Damm
Tapas: Torreznos abulense, patatas revolconas, tortilla campera guisada, boquerones en vinagre...
Especialidades: Chuletón de Ávila, callos, albóndigas, caracoles...
Menú del día por 9,50 (cinco primeros y segundos a elegir)











En una etapa reciente de mi vida en la que amanecía en bares solo, con amigos o agarrado al insólito pezón de una valkiria de arrabal, tenía la costumbre (si era domingo a mediodía) de matar la larga noche postergada por el vicio almorzando patatas revolconas en La Muralla. El corto trecho entre El Lorena (refugio caníbal para la canallada) y La Muralla parecía la etapa reina del Tour de Francia. Es difícil arrastrar el cuerpo 200 metros cuesta abajo cuando llevas bebiendo, ininterrumpidamente, 16 horas. La gente, lozana, con un esplendor proyectado por el exceso de cremas faciales, cañeaba (como llaman los pedorros latineros a surfear de bar en bar los domingos de rastro y misa) en las terrazas, con la prudencia habitual que tienen quienes no gustan realmente de libar, sólo posar con la caña en la mano mientras son observados/as por posibles aspirantes sexuales. 

Entre todos ellos/as seguía mi camino sin poder abrir los ojos al hiriente sol, probablemente con algún periódico robado bajo el brazo, intentando alcanzar unas patatas revolconas que aparecían como un totem ante mis primeras náuseas. Aquellas patatas sabían a gloria, pasaban con fluidez por un esófago ávido de algo diferente al etanol. Las he probado mejores, pero "a buen hambre no hay pan duro". La suegra de mi padre (que no es mi abuela), con la autoridad que le confiere ser del Valle del Amblés, dice que no se llaman revolconas sino meneadas porque se menean, no se revuelcan por el suelo. Sin embargo, aquí en la urbe las conocemos por revolconas... vete tú a saber. 
El bar es estrecho, un pasillo con comedor al fondo que sirve de coartada a la terraza (abierta incluso en invierno). Una terraza que ve pasar cientos... miles de cañas al año, acompañadas de raciones salpimentadas por el CO2 de los coches. 

 Hace unos días pasamos por allí para poner imágenes a este texto y, de paso, tomar un botijo. Debían ser las siete de la tarde. Fuera no quedaba ni una silla vacía. Teutonas bovinas acaparaban el sol para intentar dorar sus lívidas nalgas. Dentro, dos camareros sudamericanos preparaban las comandas mientras una pareja de impávidos veteranos, peloti en mano, veían como Saladino conquistaba Jerusalén en un documental de La 2. De vez en cuando preparaban algún que otro bocata digno de incarle el diente: apaisados, con bastante chicha. De tapa nos pusieron dos tiras grandes de torreznos de los de verdad, de esos  con grasa entreverada entre la corteza y la carne chamuscada, que se quedan hechos ovillos al pasar por la faringe. 

La Muralla es, sin duda, un refugio en La Latina... un bar normal, con tapas admisibles y precios tolerables. Pero resulta desazonador intuir que si no fuera por la terraza, en la que seguramente se facturan el 90% de las ganancias del local, ahora sería vinoteca, gastroteca o Lounge bar. Palabras todas ellas que definen la absoluta vacuidad.


Arnyfront78

jueves, 16 de mayo de 2013

IX Feria de la tapa de Madrid


IX Feria de la tapa de Madrid (del 9 al 12 de mayo de 2013)
Palacio de Los Deportes de la Comunidad de Madrid. Avenida Felipe II, s/n.
Metro: Goya (líneas 2 y 4)




El pasado fin de semana tuvo lugar la IX Feria de la tapa de Madrid y, como era de esperar, un escuadrón de Tabernomaquia se desplazó al Palacio de Los Deportes para cubrir el evento. Para evitar hacinamientos fuimos a última hora del último día, pero con el tiempo suficiente como para gastarnos un buen puñado de rupias de Mahou (hay que cambiar los leuros por fichas para poder pillar la priba y la zampa) y volver al barrio por la M-30  con el "Wild flower" de Los Cult castigando las neuronas supervivientes. 


 Parece ser que entre 30.000 y 40.000 personas se han puesto finas durante todo el finde sobre la pista de basket. En teoría este tipo de certámenes ayudan a promocionar los bares y restaurantes que ponen caseta en el sarao, pero yo no estaría tan seguro... no sé si es porque poner un stand cuesta un pastizal o porque  la repercusión real de este tipo de verbenas no lleva aparejado un incremento posterior de clientes, pero algunos de los peces gordos de la hostelería madrileña, que estuvieron presentes en pasadas ediciones, no han repetido. De lo que sí estoy seguro es que la gran beneficiada es Mahou, la empresa organizadora. Desconozco cuántos litros de birra han caído, pero si todo el mundo bebió lo que nosotros andaría por unos 100.000. Supongo que no han sido tantos. Había también bastante gente dándole a la sin alcohol y a los zumos de Solán de Cabras. ¿Será que empiezan a surtir efecto esas hipócritas advertencias impuestas por las autoridades sanitarias ("Mahou recomienda el consumo responsable"), con las que unos y otros (la industria del alcohol y el gobierno) se pueden lavar las manos ante la opinión pública? 


No parece que en nosotros hagan mella las admoniciones del estado, por eso empezamos con unas cañitas para tomar contacto con el ambiente. Eran del tamaño mínimo standard de Mahou (el dedal de unos 18cl), costaban 1€ y había alternativas: el tercio de cinco estrellas y el tercio de negra (ambos a 2€). Como llegamos tarde, el jurado del certamen (la mayoría simpáticos macarrillas que se han convertido en starlets de los fogones) estaba concediendo todo tipo de galardones a los expositores. El de caña mejor tirada se lo llevó Cañada 69, un restaurante de Torrejón de Ardoz que tuvo los huevos de plantarse en la feria con una tapa llamada tartaleta de oreja (una masa de hojaldre con trozos de oreja a la plancha dentro)... buffffff!!!!!

En cuanto a la tapa ganadora  de los 3.000€ del primer premio ha sido "Socarrat 2013" de Le Pain Quotidien (C/Serrano 27 y C/Fuencarral 95). Tiene nombre de recopilatorio de techno valenciano pero parece que es una especie de paella posmoderna  en la que ninguno de sus ingredientes está donde debería. Nosotros apostábamos por la segunda propuesta del ganador: la McSepia... imagínate un whopper que no tiene carne, lechuga, tomate, pepinillo, cebolla, mahonesa ni ketchup, sólo una sepia cariacontecida y aromatizada con una especie de forraje para ganado. Como sólo las aberraciones culinarias con nombres descabellados ganan este tipo concursos podías encontrar toda clase de frikadas: ostras vegetales, Chaskitos, Casimiros, Gildas, mar y granja, callos madrileños siglo XXI e incluso la autoproclamada "la mejor croqueta del mundo" (!con dos cojones!). 

Pero junto a los caramelizados, las espumas, las mousses y las putas reducciones de Pedro Ximenez se podían encontrar tapas sencillas e inteligibles que eran a por las que se lanzaba la peña. Yo no sé si el "Socarrat 2013" tuvo mucho éxito, pero sí presencié  las colas que esperaban trincar la monumental chapata de chorizo frito con pimiento verde de "El españolito" y la chapatita de calamares a la romana con salsa delicia de "Las ventas de Getafe". Al final, el español... burra grande ande o no ande. 

Hay quien echó de menos la presencia en el evento del Boñar, Los Amigos, Los Enemigos, Pepe El guarro y El Tigre del norte con sus propuestas gastro-fecales. Otro año será. 
La verdad sea dicha, nosotros bebimos más que comimos. Probamos una hamburguesa grande pero ramplona (la hamburguesa Ino´s), unas carrilleras de ternera muy bien estofadas, una tosta de lomo y queso, una flor de champiñón con huevo en cascada, una especie de pollo frito adobado que parecía la rama de un árbol, dos "pasiónes por el chocolate" de postre y, por supuesto, la croqueta punky de la sidrería Carlos Tartiere. Menciónes especiales para ésta última por el desenfreno de sus camareros (afónicos, exaustos... lo estaban dando todo literalmente), para el gran jefe emérito del restaurante Lateral que, como fin de fiesta, se lió a poner cañas gratis a diestra y siniestra, y para los chavales del staff que curraron sin tregua (aveces demasiado precipitados llevándose los vasos antes de apurarlos) durante los cuatro días. 

Negativo... cuando estás borracho no ves nada negativo, la ebriedad no percibe aristas. Quizá dos peros... el desagradable flyer de La vaca Picada con la imagen de una hamburguesa que parece hecha con carne de Auschwitz y un disc jockey que merecería estar en esa hamburguesa. 



La feria de la tapa en Madrid es una redundancia, Madrid y sus innumerables bares son una feria constante, un homenaje diario al beber comiendo y al comer bebiendo. Es un patrimonio de esta ciudad que deberíamos preservar, rechazando repostar allí donde no te ponen nada para pasar el trago. 

En otras partes de España lo más parecido a un aperitivo es el posavasos. Y eso es una pena.

Arnyfront78

domingo, 12 de mayo de 2013

La Rosa Bar

Ronda de Atocha, 30
Metro: Embajadores (Línea 3)
Botellín: 1,30€ (Mahou). Grifo de Mahou
Tapa: Canapé de tortilla con la primera caña. Luego empeora... aceitunas, jamón serrano malo, salchichón, chorizo...
Especialidades: Inequivocamente la tortilla de patata. El pincho y el bocata de tortilla cuestan 3€.


Seguimos tortilleando en Tabernomaquia. Si hace unas semanas nos rendíamos a las exuberantes tortillas de Casa Paco, ahora le toca el turno a una de las tortillas más aplaudidas y consolidadas de la zona centro. Hablamos de la jugosa, esponjosa y macilenta tortilla de patata de La Rosa, en la Ronda de Atocha, en los confines de Lavapiés, donde el barrio deja de oler a curry. Bar familiar en el que, a base de trabajar juntos, los hijos se parecen cada vez más a los padres, los padres a los hijos e incluso, lo más difícil, los cónyuges entre sí. Puede que llegue un día en que crea que me está atendiendo la oveja Dolly. 

De momento quien tira las cañas, charla con la parroquia, sirve cafés  y atiende al personal con una cordialidad franca y campechana como a poca gente he visto en hostelería, es  la mujer-orquesta. Puede que se llame Rosa, Tere o María pero tiene cara de Anacleta. El marido se esconde tras la plancha, quizá porque cocina mejor o porque sabe de la pericia tras la barra de las mujeres de la casa. 
En cualquier caso, ahí están dando el callo desde que el día despunta a la dura jornada de taxistas, barrenderos y algún que otro vampiro que no encuentra refugio a una claridad letal, hasta que el día fenece en una oscuridad tan sólo violada por los hostiles focos del Circo Price. El local, tan modesto como acogedor da cabida a una clientela dispar y nada arquetípica, que va desde los que se aburren de las teterías bolywoodienses de Ave María y alrededores,  pasando por una visita al Reina Sofía con repostaje, y acabando con la furiosa invasión de la infantería de los Salesianos de Atocha que, entre graznidos de adolescencia  y algún que otro conato masturbatorio, comparten una mesa entre 35. 


 Todos quieren el canapé de tortilla que suele caer, como aperitivo, con la primera consumición y que tanta fama ha adquirido allende fronteras. Siendo sincero hay tortillas mejores, pero también muchas otras peores. Digamos que es un 7 en una escala del cero al diez. El secreto es, sin duda, su porosidad, seguramente conseguida a base de levadura o una pizca de bicarbonato. Pero eso nunca lo sabremos. La putada es que, al margen de la tortilla, el resto de tapas se limitan a embutidos carentes de atractivo o a aceitunas Serpis que esperan ser adoptadas por alguien. Por eso, normalmente, me pido un cacharro, me como la tortilla y me voy más feliz que una lombriz. En los bares hay que aprender a desenvolverse, hay que saber qué se debe pedir, que aperitivos ponen, cuántas cañas hay que tomar... todo ello para optimizar esta sabia profesión que es dejarse dinero y salud en busca del santo grial... un grial de cinco estrellas.


Arnyfront78

lunes, 6 de mayo de 2013

Yué Lái



C/ Hermosilla 101
Metro: Goya (líneas 2 y 4)
Especialidades: Restaurante chino para chinos... hotpot (caldero chino)
Por 15€ sales hasta las trancas

 

A finales de los 80, comer en un restaurante chino era algo excepcional para mí, de un exotismo audaz para un crío de diez años. La primera incursión fue en el desaparecido Liang Shan Po de la glorieta del Puente de Segovia. Aquella noche llevaba el dedo pulgar de la mano izquierda (o de la derecha) como una salchicha bratwurst. Yo era un pequeño cabrón que no dejaba de morderme las uñas y, al final, se me infectó un padrastro. El dedo latía como un corazón estresado... pensaba que se me iba a gangrenar. Mi madre pidió arroz tres delicias y todas las mierdas clásicas que conocemos todos (tallarines, cerdo agridulce, rollito de primavera, etc...). E incluso pidió pato a pesar de que corría el rumor de que desaparecían del río Manzanares y de que la sopa de aleta de tiburón sabía a carpa. Aquellos sabores eran nuevos, difíciles de describir para un paladar inexperto, difíciles de valorar en base a criterios de entusiasmo o displicencia. 


Los primeros restaurantes chinos de Madrid mantuvieron, hasta principios de los 90, cierto nivel de calidad e higiene aun teniendo precios más que competitivos. Fue durante el tránsito de país en vías de desarrollo a sociedad de consumo masivo cuando los chinos fueron extendiendo sus tentáculos hacia las barriadas para introducir su comida como competidora directa de la fast food. Empezó a ser habitual ver a familias de extrarradio yendo a comer los domingos al chino, tratando de romper el monótono plan de vuelo del fin de semana, algo así como el acontecimiento familiar del mes. A partir de entonces sería habitual encontrar pelusa púbica entre las gambas salteadas o rastros verdes en los palillos que te daban precintados. En la actualidad, hay poco que decir... la guerra entre hamburgueserías, pizzerías, comida china y kebabs sólo puede perderla nuestro colon. 

Está demostrado que, como parte de su táctica comercial, los restaurantes asiáticos ofrecen una carta adaptada a los gustos de los comensales locales. Dudo mucho que algún habitante de Guangzhou o Chengdu añada tortilla francesa, jamón york y guisantes al arroz. Si no fuera porque resulta demasiado cantoso serían capaces de incluir el arroz con leche como postre típico mandarín al lado del asqueroso helado frito. Y mientras nos envenenan con el puto glutamato monosódico, con el que sazonan todos los platos, ellos se comen el arroz, las verduras, la carne y el pescado prácticamente sin aderezar, como si supieran que la cruzada silenciosa contra occidente se gana en los intestinos. Al final comer en un chino o llamar para que te traigan la zampa a casa se ha convertido en una costumbre en la misma medida en la que ha dejado de serlo hacerse unas lentejas. 

Sin rechazar lo más mínimo la experiencia folclórico-grotesca que supone comer en un chino cualquiera, me decanto por aquellos que han apostado por ceñirse a la auténtica comida de allí. Probablemente el que destaque por su relación calidad/ precio sea el Yué Lái. Por unos 15€ por barba sales hasta arriba de guisos tan inauditos como apetitosos: albóndigas de tendón, lonchas de sangre de cerdo, patas de pato, algas varias... Puedes elegir entre unos ciento y pico platos que vienen en la carta. La mayoría de ellos son para echar en el hotpot, el famoso caldero chino. Es sin duda la estrella del local; puedes elegir entre una o dos sopas (la normal que pica de por sí y la picante con la que al día siguiente te darán los buenos días unas almorranas como racimos de uvas), en las que se van echando toda clase de carnes, verduras, pescados, fideos chinos, etc... para que se vayan haciendo en el caldo. Todo ello acompañado de una crema de cacahuete, idónea para shocks anafilácticos. El Hotpot es una buena elección si se va en comando, pero yo prefiero los platos normales (giozas fritas, arroz con verduras chinas o con verduras secas, cerdo yu xiang....). Los más cobardes pueden encontrar en la carta la típica y tópica formula chinesespanish: rollito, tallarines, arroz tres delicias y cerdo agridulce. Todo está bien cocinado a pesar de la apariencia untosa del local y de que no hay que mirar con detenimiento la cocina. 



 Puede que te cueste encontrarlo si no tienes las señas exactas ya que pasa desapercibido a primera vista. La referencia es que está justo enfrente de la puerta trasera del Museo del Jamón de Goya, en donde suele caer, al menos, una caña antes de entrar. Una vez traspasado el austero dintel de madera de la entrada quedarás aturdido por la bofetada de calor que desprenden los peroles. La mesa la suele servir un chaval con mejillas de batracio y el porte indolente de quien asume que le queda toda una vida sirviendo a compatriotas que aparcan Lexus en la puerta. Aproximadamente el 25% de los clientes son españoles. El otro 75% son charlies que llevan el pelo como si a Vegeta le hubiese peinado Justin Bieber. Ante el despliegue de chandals de container, deportivas ultrasónicas, ipods caídos de camiones y mechas fucsias al bies, resulta imposible identificar quién es quién: quién es hombre, quién mujer y quién pokémon. Todos mastican sin prisa pero sin pausa, echando un vistazo, de vez en cuando, a la telenovela de samurais que emite la tele del fondo, iniciando conversaciones cruzadas, sin mirarse a los ojos por miedo a entrever las almas ajenas. 

Con la cuenta solían ofrecer mandarinas y un licor de flores que sirve de limpia-cristales, pero últimamente se lo ahorran, a menos que la cuenta ascienda a 50€. 
El último vistazo recae inevitablemente en el Zhaocai Mao que hay sobre una estantería. Sigue recaudando pasta al ritmo de su incansable movimiento de brazo; invocando la fortuna para un pueblo, el chino, que en menos de una década comerá jamón ibérico mientras nosotros enriqueceremos el arroz con Avecrem... por aquello de que alimente un poco más.

Arnyfront78

miércoles, 1 de mayo de 2013

El Picoteo de Malasaña

C/ Manuela Malasaña, 7
Metro: Bilbao (Líneas 1 y 4)
Botellín: 1,50 (Mahou)
Grifo de Amstel
Tapas: Canapés y unas cuantas aceitunas.
Especialidades: Rabo de toro, setas a la plancha, huevos rotos con jamón, parrillada de verduras, solomillo con foie, chipirones rellenos, pulpo a la gallega...
 Menú por 10€ 



Cambios. El Picoteo de Malasaña está en estado de pupa, es decir, en proceso de larva a imago... o al revés. Ya no es chicha ni limoná, ni ibérico ni paletilla, ni bodeguilla costumbrista ni calcomanía del MOMA, ni acogedor cenáculo de actores como era antes ni un elegante modernódromo como pretende ser. Las medias tintas siempre conducen al desastre. De hace más de año y medio a este tiempo se aprecia que la transformación del local ha sumido al Picoteo en un limbo desconcertante, algo así como si una exposición de BANNI fuese ejecutada con materiales del Leroy Merlin. ¿Está bien para tomarse una caña?... sí. ¿Pero lo elegiría teniendo en cuenta la oferta de la zona?... no. El euro que costaba el botellín de Damm hacía aceptable lo que ahora no lo es por 1,50€ (aunque sea Mahou); es decir, una tapa biafreña (siguen con el cenicero de aceitunas y los canapés de fe). Además, si las cañas fueran más pequeñas habría que lamerlas.  
 
¿El servicio?... bien, igual que antes. Camareros jóvenes y exóticos; pero en esto no soy muy fiable. A mí suele bastarme con no saber que el camarero se acaba de medir el diámetro del pene con mi vaso. ¿La comida?... pichí-pichá... hay fervientes partidarios de las manos del cocinero (sobre todo cuando hablan del menú del día que cuesta 10€), pero también hay otros que, por lo que pagaron eligiendo a la carta, les gustaría verlas amputadas por alguna sharia culinaria. La conclusión lógica que se puede extraer es que el valor de lo que hay en el plato oscila entre los 10€ de la satisfacción y los 25€ de la indignación. 
 
Y poco más... que volvimos a ver qué tal y nos fuimos pensando que, en lugar de adaptar la máxima Lampedusiana puesta en la boca del ambicioso Tancredi Falconeri: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie", deberían asumir que, a veces, para cambiar algo es necesario no cambiar nada. 
 
Arnyfront78



 Texto antiguo (1-5-2013):

No es habitual que los dueños de los restaurantes y bares de Madrid salgan a posar cada vez que un famoso visita su establecimiento. Me resisto a creer que en cada sitio en el que Enrique San Francisco se abastece le saquen una instantánea para prestigiar el asunto. De ser así tendríamos fotos suyas por todos los bares de la ciudad. Pero hay determinado perfil de hostelero que, rozando la psicopatía, empapela su local, de arriba a abajo, con fotos de políticos, empresario, misses, narcos y cualquier persona que sea merecedora de figurar en tan delirante hall of fame

El dueño del Picoteo de Malasaña, al que no tengo el gusto de conocer, está trabajando en ello. Decenas de fotos de actores penden de la pared encima de las mesas. No te quedan más cojones que comer vigilado por la Cantudo, Faemino y Cansado, Beatriz Carvajal (que hacía de una simpática lumi tartaja llamada la Loli en el "Un, dos, tres") y multitud de actores más que, al trabajar en el teatro Maravillas, que está justo enfrente, se han pasado a soplar y yantar por allí y, de paso, han echado una firmita a su foto en honor a los callos con garbanzos o el  salmorejo del cocinero. Aún así parece más comedido o cabal que Parrondo y ha posado con la star de turno en una de cada cuatro fotos. Todo esto me recuerda a una película de Fellini llamada "La ciudad de las mujeres" en la que Mastroianni se topa con un egomaníaco que tiene una especie de santuario con las fotos de todas las mujeres que se ha ido tirando a lo largo de los años con un dispositivo debajo de cada una de ellas que reproduce los gemidos que hacían durante el coito. 

Parece que todas estas prima donnas de los fogones prefieren obviar la máxima de Rilke que dice que la fama es la suma de los malentendidos que se reúnen en torno a un hombre. 
Otro clásico de orgullo hostelero es trufar el local con medallas, copas y títulos gastronómicos. Desconozco si el Picoteo tiene alguno; lo que sí tiene enmarcada es una reseña del Metropoli, el suplemento de ocio de El Mundo, con un titular enigmático: "casero con nombre oriental". ¿El picoteo de Malasaña un nombre oriental?... una de dos, cuando escribieron la reseña tenía otro nombre o el columnista estaba de absenta. Lo de casero es verdad, el menú que cuesta 10€ lo es. Los currelas que sobre la hora de comer ocupan mesa dan fe de ello. 
Estuve por allí el pasado día de San Valentín. Lo que más se acercaba a seres enamorados era un hombre muy mayor besando a unos huevos rotos. El resto eran grupos de chavales cañeando y el Totenham Hotpurs vs Olympique de Lyon silenciado por la charla abrasiva de novios que relacionan el amor con las letras de Bon Jovi y con el dinero que se gaste su pareja en regalos.

Las opiniones del personal vertidas en internet respecto al sitio son controvertidas, desde que las tapas son grandes y la carne de ciervo espectacular hasta que han servido una sepia en mal estado. No me fío de unas ni de otras. El volumen de clientela suele ser un criterio más fidedigno a la hora de juzgar un sitio que las experiencias iluminadas del personal. El sitio me parece neutro, ni muy acogedor ni perturbador. Los camareros son jóvenes, atentos y sin manías de perro viejo pulgoso. La tapa es muy cortita, pero pasable teniendo en cuenta que el botellín cuesta 1€ (pinchito de morcilla y unas olivas). Lo único inaceptable es que parecía que el botijo había sido incubado bajo la huevada del camarero... alarmantemente tibio. Puede ser que los metiesen a enfriar hacía poco pero eso hay que avisarlo. Eso no se le hace a un alcoholíparo.

Arnyfront78

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Madrid, Madrid
Vuelve la afamada fórmula de alcohoy y literatura como guía chusca del Madrid contemporáneo