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martes, 1 de julio de 2014

Los Montes de Galicia

C/ Azcona, 46
Metro: Diego de León (líneas 4,5 y 6)
Caña (no hay botellín): 1,70€ (Cruzcampo)
Tapas: canapeses gourmet, alitas de pollo, rabo de toro...
Especialidades: Pulpo a la gallega, ensalada de jamón ibérico y de jamón de pato, ensalada de tomate raff con lomos de atún, arroz con bogavante, entrecotte de buey gallego, hamburguesa de carne de kobe, lomo de atún rojo a la plancha con guarnición de verduras, vieiras con jamón, carabineros a la plancha, corzo a la plancha con salsa de grosellas y compota de manzana, pluma ibérica con queso de cabra y salsa teriyaki, parrillada de mariscos, lomo de lubina confitada con pimienta sichuan y risoto de hongos, salmón relleno de merluza al cava, ventresca de bonito a la bilbaína, medallones de solomillo al cabrales, filoas rellenas de crema de queso, milhojas de crema y nata, biscuit de almendras y miel al licor de cacao, parfait de chocolate blanco...
 
 


Hace unos días fuimos a dar una vuelta por el barrio en el que, durante un par de años, mi chica compartió piso con dos amiguetes. Yo me acoplé a mitad de viaje en lo que fue una convivencia de media jornada. Guardo buenos recuerdos de aquella casa y de ese carismático barrio que es La Guindalera. Este hermoso patito feo del distrito de Salamanca acaba camelando, como una ajada y cautivadora mujer centenaria, a quienes dejan que sus múltiples encantos penetren en el torrente sanguíneo. 
 
Ya sea por el climax chusco-taurino de los bares que rodean Las Ventas, por las singulares casas del "Madrid moderno" de las calles Roma y Castelar, por la cartera de afterworkers que castigan nómina e hígado en las barras de la calle Cartagenta, por las bienintencionadas e ingenuas iniciativas de la asamblea del barrio, por los desayunos con botellín y tortilla paisana de Juanito (junto al teatro de La Guindalera), por comprar en el mercado de la plaza o por agonizar en un puti con dos peruanas sin piños... podríamos decir que todo (incluido el rabo) es de buen toro. Para un chaval de barrio como yo es reconfortante toparse con un reducto vecinal orgulloso de su identidad diferenciada en el distrito más casposo y clasista de Madrid. Guindalera es un barrio obrero (no proletario) y aun así parece una aldea gala asediada por momias con visones, Marhuendas con pelo graso y niños grimosos uniformados de escolapios. 
 
Caminando por Ardemans, Pilar de Zaragoza y Martinez Izquierdo presenciamos la sangría de comercios cerrados, los "se alquila" o/y "se traspasa" y los flamantes escaparates de negocios recién abiertos que no verán el invierno. Advertimos el barrio igual de sucio y descuidado que hace tres años. Sin embargo la evidente dejación de mantenimiento y conservación de sus espacios públicos por parte del consistorio (tan visible como en el resto de barrios humildes del otro lado de la M-30) puede que lo haya embellecido; puede que sea el decadente y poético prólogo al proceso de descomposición de las ciudades que describe Sartre en La Nausea: "La vegetación se ha arrastrado kilómetros enteros en dirección a las ciudades. Aguarda. Cuando la ciudad esté muerta, la vegetación invadirá, trepará por las piedras, las estrechará, las hará estallar con sus largas pinzas negras; cegará los agujeros y dejará colgar por todas partes sus patas verdes. Hay que quedarse en las ciudades mientras estén vivas". 
 
Pero no todo es andar, así que bajamos por Azcona y paramos en Los Montes de Galicia para echar un trago. Aquí tampoco ha cambiado nada, probablemente porque no hay nada que cambiar. Los salones con estucos y arcos, la mezcla de piedra y madera y el predominio de mesura en el atrezzo dirigen el interés de los visitantes a la comida que hay en el plato... sin distracciones ni añagazas. Eso sí, por mucho que la comida sea buena y esté ajustada atendiendo a la calidad de los productos (unos 50 euros por barba), se han propuesto que la caña acabe siendo más cara que el solomillo a la parrilla. En dos años ha pasado de un precio abusivo para su tamaño (1,50€) a un precio intolerable (1,70€), en un claro envite a la crisis de los demás. Por contra están todo el día promocionándose en la radio y anunciando descuentos, packs y tarifas planas para atraer a manadas hambrientas; por lo que resulta bastante desconcertante tal esquizofrenia. Así que a nosotros nos han jodido bien, ya que somos más de comer bebiendo que de zampar rugiendo. De ahora en adelante, cuando volvamos, por lo que consideramos también nuestro barrio... "una y no más, santo Tomás" en los Montes, por más que preparen unos aperitivos excepcionales (canapeses esmeradamente elaborados). 
 
Para finalizar quiero honrar el trabajo de ese camarero veterano, con regate de brasileño (de los brasileños de antes no de los aizkolaris de Escolari) y diestra mano para tirar cañas que presume con orgullo ser del Barrio del Pilar. Enseguida sabréis quién es porque cada vez es menos habitual encontrar profesionales capaces de compatibilizar maestría y simpatía. Es un claro ejemplo de que para ser buen camarero en Madrid no es necesario escupir en los platos.

Arnyfront78

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