C/ Narvaez , 48
Metro: Ibiza (línea 9)
Caña (no hay botellín): 1,50€ (Amstel)
Tapas: papas fritas con chori, lacón o pollo empanao, tortilla, boquerones en vinagre, anchoas, canapeses, gambas cocidas...
Especialidades:
salmorejo, fritura andaluza, tostas, cazón en adobo, flamenquines,
boquerones fritos, croquetas de ibéricos y de carabineros, huevos rotos
(con jamón ibérico, gulas, chistorra, chanquetes y pimientos asados,
trigueros y boletus...), mini-burgers e buey, habitas con jamón y
chopitos, pluma, presa y secreto de bellota, tortillas de camarón,
berenjenas rebozadas con salmorejo, parrillada de carnes, lomo de buey,
pulpo a la plancha con mousse de patata, lomo de merluza, chipirones en
su tinta....
Menú del día muy apreciado a 11€ (a elegir entre cinco primeros y segundos)
En
estos tiempos tan condicionados por las expectativas de fortuna o,
simplemente, de subsistencia, los bares y restaurantes empeñan su ser o
no ser a la aquiescencia de los consumidores. Dicha conformidad se
reduce a ocupar la barra, mesa o incluso el taburete apostado en la
puerta, a beber y comer a gusto y a soltar la panoja que hace que este
artificio llamado "economía de mercado" funcione. Al igual que en la
industria del cine, el empresario hostelero quiere taquillazos como los
de James Cameron, Michael Bay, Luc Besson o Rob Cohen traducidos en
mariscadas obscenas, reservados con fulanas y cuentas a cargo de la
empresa. No parece importar mucho qué diga el Boyero de turno sobre tu
negocio si va viento en popa. Realmente.... ¿a quién coño con un mínimo
de personalidad y determinación puede condicionarle que un crítico
escriba que en tal sitio el Marqués de Riscal debería estar a tres
grados menos de temperatura de lo que lo sirven o que un bloguero, como
yo, afirme que las albóndigas de no sé dónde saben a escroto de
indigente?
Por eso la gente, que al final es menos tonta de lo que
creemos, abarrota sitios que cuentan con la displicencia, la aversión e
incluso la beligerancia de aquellos que escribimos porque nos aburrimos.
No es verdad que el cliente siempre tenga razón (casi nunca la tiene) y
que sus elecciones no estén sujetas a estímulos groseramente inducidos
por la propia dinámica de consumo; pero el hecho empírico de ir a un
sitio, disfrutarlo o sufrirlo y repetir o no volver en la puta vida es
mucho más inteligente y honesto que depender de criterios exógenos. Hay
santuarios aclamados por los imanes gastronómicos que a la hora de la
verdad, sus salones parecen un concierto de Dyango en el campo 3 del
Makalu... no hay ni cucarachas a las que entretener. El prestigio en la
hostelería sólo es útil si al datáfono le salen agujetas de tanto
currar. Quien está seguro de su trabajo o, por lo menos, de su esfuerzo,
no necesita reconocimientos. Todo lo demás son egos insatisfechos.
La
taberna andaluza Triana es uno de esos sitios que no espera una
estrella Michelín. El cazón en adobo, los flamenquines, las croquetas de
carabinero y el salmorejo, presentados de forma sencilla y tradicional,
no gozarán jamás (ni falta que les hace) del reconocimiento de una
crítica hipnotizada por las argucias prestidigitadoras de la cocina
moderna.
Lo que sí parece importar es que el cliente salga satisfecho
para que vuelva. A veces, incluso con tanto ahínco que puede ser
abrumador para los que rehuimos de los sobre esfuerzos. Pero que la
táctica funciona es innegable. Todos los días y a todas horas hay
lechuzos picando de aquí y allá... por aquello de que a los bares se va
para comer sin hambre y beber sin sed.
La verdad es que se está a gusto
en este patio andaluz cubierto por tejas y vigas de madera, revestido de
azulejos nazaries, fotos de Triana, carteles taurinos y capachos con
rosas. Se come en mesas recoletas, sobre sillas de enea o pendiendo de
taburetes en torno a barricas. Y todo (o casi todo), acaba agradando (a
la mayoría) o conformando (a los más exigentes), de acuerdo a unos
precios que no son como para invitar a una familia del Opus Dei, pero sí
como para darte un homenaje con tu chica/o. También se puede ir a
enchuzarse con empeño sin necesidad de pedir raciones. Las tapas suelen
ser generosas (unas gambitas, papas fritas con lacón, tortilla...). Pero
eso sí... pídete un tercio o un doble porque la caña es un dedal... un
hincha del Bayer se la daría a beber a su pene.
Parece ser que el menú
de medio día (a 11€) es una buena opción para tantear su cocina sin
gastarse gran cosa. Un inconveniente, como le sucede a la mayoría de
bares de la zona, es el espacio... sold out a partir de media
tarde, cuando empiezan a salir de las oficinas. Ahora una reflexión...
¿por qué buenas tabernas como Triana, El Rincón de Jeréz, El Pescaito,
Entre Cáceres y Badajoz, etc... se empeñan en sobrepasar la fina línea
que divide el folclore del esperpento? ¿ por qué remedar la puesta en
escena de un sketch de Los Morancos? Los tópicos siempre son una
pésima elección... sobre todo si tengo que tragarme un cd entero de Niña
Pastori.
Andalucia es mucho más que cuatro señoritos tomando fino y
jamón a la sombra de un naranjo, hablando de lo humano y lo divino
mientras los morenos recogen sus aceitunas.
Arnyfront78